domingo, 14 de diciembre de 2014

Qué maricada.

A veces uno divaga...
Divaga entre pensamientos, palabras, emociones, hechos... empieza a cerrar los ojos y de un momento a otro se da cuenta que está en otro mundo, en el propio; donde empiezan a correr, como una película de esas viejas proyectadas que corren algo lento y algo pobre, cada uno de esos hechos perseguidos por palabras, emociones
Donde no sabés si quedarte ahí viendo cómo pasa lentamente, salir corriendo o sentarte a llorar mientras te inundas de recuerdos, de melancolía.

La película se para, te limpiás esas lagrimas algo saladas, alzás la mirada y ahí está, el recuerdo que más duele, que más has intentado borrar, poner con llave y meterlo en el lugar más recóndito y oscuro de tu mente, ese lugar al que nunca llegás... Ella, juepueta, ella, ahí parada, simplemente viéndote.

Y llegás a esa escena en donde la viste por primera vez, donde te llenaste de su mirada profunda, de esa sonrisa coqueta que inspira mirarla de reojo y sin darte cuenta te estás mordiendo los labios de solo desear los suyos, de desearla a ella.

"Qué marica"

Te decís a vos mismo al acordarte de ese momento y de todas las malparideces que sabés que llegaron después gracias a esa sonrisa.
La película sigue rodando, cada vez hay más lagrimas, más melancolía, más maricada.

Te provoca cortar la cinta de esa película, quemarla, rayarla, olvidarla.

Abrís los ojos, la película se desvanece.

Volvés a cerrarlos porque a todos nos gusta un poquito de sufrimiento, un poquito de maricada.